¿Conoces a Belén?
- Andrea Mendoza
- 12 jun 2023
- 3 Min. de lectura

Ella llegó a mi vida un mes antes que tú, y antes de ella ya tenía varias macetas que me había regalado mi abuelo; recuerdo muy bien sus palabras: “Si sabes cuidar de una planta, entonces sabrás cuidar de una pareja, pero si se te muere en una semana, ya sabremos a qué atenernos”. Él sabía muy bien de lo que hablaba, fue jardinero toda su vida, creció entre Tulipanes, Gladiolas, Violetas y Claveles.
Desde entonces me he dado a tarea de coleccionar plantas, tengo de todo tipo, desde una generosa Petunia hasta unas presumidas Rosas, Geranios de diferentes colores, ¿sabías que, ellos son tan agradecidos que si ahora mismo corto un trozo y lo pongo en una maceta, seguirá floreciendo? El Romero huele estupendo, y qué decir del Albahaca que inunda la casa con su extraordinario aroma, dicen que la Lavanda es de buena suerte, la Yerbabuena le hace honor a su nombre, al contrario del Ajenjo que es amargo como pocos la Ruda es muy chiqueada, y así te puedo enumerar la gran variedad de plantas que tengo en el jardín; pero Belén es especial, ahora comprendo el por qué mi abuelo me advirtió sobre ella. Él ya conocía su secreto. Fue al día siguiente que yo pude descubrirlo.
Recuerdo que ese día me levanté y empezó mi rutina diaria, me vestí para salir a regar mis macetas, sin querer pasé de largo y no le saludé como a todas las demás, eso bastó para que Belén se entristeciera, fue casi instantáneamente, sus hojas se empezaron a marchitar y su color se apagó, me desconcerté y empecé hablar con ella, a preguntarle qué era lo que estaba tan mal, como por arte de magia Belén volvió a la vida. Sí, Belén no es como las demás, no es que sea celosa, no, sucede que Belén se sabe única y reclama su lugar. Ella sólo pide le pongas la atención debida, se conforma con unos minutos de charla al día; cosa que a mí me sentó de maravilla. Desde entonces se volvió mi confidente. Ella fue la primera en enterarse que estaba enamorada de ti, le conté de aquella noche que me invitaste a cenar, ¿la recuerdas? Yo no podré olvidarla jamás, sobre todo por el ridículo que hice al reírme con un pedazo de perejil entre los dientes, claro que no lo noté hasta que llegué a casa y sonreí frente al espejo, entonces salí al jardín y le narré a Belén lo tonta que había sido. Cada carcajada mía es para ella una dosis de vida. También fue la primera en enterarse que me iba a casar contigo, fue partícipe de mi alegría al saber que por fin nos mudaríamos a nuestro propio hogar. Belén sabía de cada noche romántica a tu lado. Algunas veces fueron mis lágrimas las recorrieron sus hojas. Ella sin protestar, escuchaba atenta a todo lo que le confesaba y que tú te negaste a atender; fueron muchas las ocasiones que rechazaste el dialogo, argumentando lo difícil que había estado tu día en el trabajo, otras tantas fueron los amigos los que te alejaban, o las cuentas, o la rutina, o la costumbre. Fue entonces que descubrí que entre más cerca me sentías, más te alejabas de mí, que mi compañía ya no te era necesaria. Ahora, al observarte dormido o fingiendo que lo haces, me pregunto: ¿cómo fue posible que en todo este tiempo de estar juntos no pudieras darte cuenta que sólo necesitaba un poco de atención?, que no quería regalos, ni auto, ni joyas. Yo, al igual que Belén, necesito unas cuantas palabras al final del día, un sincero y espontáneo abrazo, que no pregunte, que no juzgue, que no necesite una razón, que sin palabras me haga sentir mujer. ¿Por qué no pudiste notar tu alejamiento? ¿Fue tal vez que me sabías tan segura que no te molestaste en seguir esforzándote?
Anoche hablé con Belén, le pedí te enseñara a amar, le dejo contigo, tienes que cuidarla y, sólo si no se te muere, es entonces, pero sólo hasta entonces que… podrás tener una compañera. Adiós.
Por: Andrea Mendoza
Comentarios