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  • Ana Cristina Vera

El soundtrack de la vida. Capítulo X



Y me creí tan especial

Qué ingenua mi torpeza

Y me sentí tan esencial

Qué ingenua mi vergüenza

Me olvidaste

Por mi parte ¡qué mediocre!

“Mediocre” – Ximena Sariñana

Mediocre (2008)


Desde octubre y a mi regreso de uno de los viajes emocionalmente más feos que he hecho, sentí la sombra escurridiza de la depresión queriendo disfrutar de mi compañía nuevamente. Comenzó con algo sutil e inocente: dejar pendientes aquí y allá, no hacer limpieza, decidir que puedo estar un día más sin bañarme, hasta que me di cuenta de que pasé una semana completa en cama saliendo de ella sólo para alimentar a mis mascotas y a mis plantas, agradeciendo que los días feriados y la baja demanda laboral de esa semana ayudó a que nadie en el trabajo notara el cambio abrupto en mi productividad, pero era claro: hello darkness, my old friend estaba de regreso. 


El camino terapéutico recorrido ayudó a identificar los síntomas y a escarbar en la que pudiera ser la causa raíz de estos: pérdidas afectivas recientes que abrieron las heridas que pensé sanadas. Estaba pues, atravesando un duelo.



I think I've seen this film before

And I didn't like the ending

You're not my homeland anymore

So, what am I defending now?

You were my town

Now I'm in exile, seeing you out

I think I've seen this film before

“Exile” – Taylor Swift ft. Bon Iver

Folklore: The Long Pond Studio Sessions (2020)


El duelo es una cosa cíclica y mañosa: nos enseña mucho de nosotros mismos y de la importancia y trascendencia de aquello que “perdimos” en nuestras vidas y, justo cuando sentimos haberlo superado, regresa de maneras inesperadas en rostros nuevos, pero con dolores viejos, golpeando en los mismos puntos que emocionalmente remendamos una y otra vez, llevándonos de paseo a la casa de cada una de sus fases.  

Una de las mayores trampas recorriendo su camino es que el viaje no es lineal: no se supera una etapa y se pasa a la siguiente para nunca más regresar a la anterior, todo lo contrario, se puede haber llegado a la última (la aceptación) sólo para ser sorprendido revisitando nuevamente una de las primeras. Si bien la diferencia suele estar en el tiempo que pasamos tomándonos un café en la sala de las fases en cuestión. Fue así como encontré, luego de mucho rascar e instrospectar, que estaba de regreso y con una estancia larga ya pagada en la fase de la ira.


And I've been a hero

HelplessI'm in hell

And I've cried up and down in these hallways

Blamed myself

“Daylight” – Joji ft. Diplo

Nectar (2020)


No siempre los detonantes son los mismos, pero, de formas casi mágicas, dos eventos aparentemente desconectados nos pueden llevar a revivir el mismo duelo. Puede ser que esta vez no se trate del suicidio de una pareja y el posterior descubrimiento de un montón de mentiras, tal vez fue la pérdida de un mentor o inclusive la imposibilidad de regresar a un espacio físico en el que se encontraba felicidad. 

Conforme crecemos y se van experimentando diferentes pérdidas, como lo supone el estar vivos, uno comienza a entender que, aunque de formas nuevas, nos siguen doliendo las mismas cosas. Y entonces, si bien las circunstancias y los actores no son los mismos, las heridas y traumas de origen, esos que dicen los profesionales de la salud mental se generan en la infancia, sí lo son.

La ira tocó mi puerta desde agosto del año pasado, cuando, en medio del concierto de Café Tacuba y mientas cantaba muy feliz “¿cuántas cosas más puedo guardar?” de su canción “Volver a comenzar”, en mi cabeza se formuló una pregunta: ¿y si ya lo perdono? Siguieron lágrimas, el resto de la canción y el inicio de un nudo en el estómago mientras pensaba: claro que no lo voy a perdonar, agradecido debería de estar de que no aprendo necromancia para maldecirlo hasta el más allá. 

Luego siguió la vida, me fui de viaje, volví y me distraje hasta que el cuerpo comenzó a manifestar lo que la mente fervientemente estaba tratando de ignorar en forma de insomnio, apatía generalizada, falta de hambre.


I can't tell you what it really is

I can only tell you what it feels like

And right now, there's a steel knife in my windpipe

I can't breathe, but I still fight while I can fight

As long as the wrong feels right, it's like I'm in flight

“Love the way you lie” – Eminem

Recovery (2010)


Puedo medir el tamaño de mi enojo con el nivel de compromiso que tengo para justificarlo y en el caso del perdón, hice mi tarea. 

En su libro “Before Forgiveness: The Origin of a Moral Idea”, David Kostan habla de que el del perdón como lo entendemos hoy día no existía en las sociedades antiguas y no es sino hasta la aparición de las religiones judeocristianas (y ni siquiera en las primeras etapas de estas) que se desarrolla el concepto del perdón a través del arrepentimiento sincero de los actos cometidos. Los budistas se vuelan un poco más la barda pues para ellos el arrepentimiento ni siquiera es necesario, porque es un acto incondicional. 

¿Para qué tanta investigación? Sólo porque estando bajo la ensordecedora cascada de mi enojo me distraigo buscando herramientas y/o pretextos que me ayuden a mantener el último anclaje de conexión con aquellos por quienes me siento agraviada hasta recibir de ellos sus sinceras y muy merecidas ofrendas de disculpas: quien se dedicó a contactar por mensaje a los me conocen para decirles que no convenía mantuvieran contacto conmigo porque soy una mala influencia, quienes en privado mostraron alianza para en público darme la espalda, quien me mintió y abusó de mi confianza y generosidad, quien me traicionó. 

Emociones que me llevan  inclusive, ya sin pena, a la herejía de pensar, ¿cómo sería nuestro entendimiento de la experiencia humana y nuestra relación con lo divino si en lugar haber pedido: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”  la oración hubiera sido: “Padre, perdónalos tú porque yo no puedo…todavía”?


Got the music in you, baby

Tell me why

You've been locked in here forever

And you just can't say goodbye

“Apocalypse” - Cigarettes After Sex

Cigarettes After Sex (2017)


Luego, cuando a mi ego se pasa la embriaguez por el reclamo de justicia en el que estoy convencida de tener la razón (hipótesis que nunca puedo descartar del todo), regreso al mismo sitio en el que emocionalmente estoy hecha bolita en mi cama y llorando, porque, razón o no, igual no soy feliz. No del todo.

Esa ofrenda que tan ávidamente espero nunca va a llegar. El muerto no va a resucitar, los hipócritas posiblemente nunca acepten que lo son y los traidores y mentirosos puede que nunca logren tener interés y amor genuino por alguien que no sean ellos mismos.

Desde esa figurativa posición fetal de mis emociones, vuelvo a pensar en que tal vez, la primera persona a la que tendría que perdonar es a mí misma, por todo eso que  el catolicismo muy adecuadamente cataloga como pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión. Lo que dije y lo que no, lo que hice y dejé de hacer, las decisiones que tomé. Todas esas cosas que, al final, me sostuvieron para llegar hasta aquí. 

Es desde este lugar en silencio conmigo misma en el que empiezo a ingeniar lo que haría si estuviera lista para perdonarme a mí misma. 

Tal vez una de esas meditaciones en las que visualizo ir al encuentro de mí misma cuando era niña, porque, de nuevo, es el momento en el que las heridas y los traumas se generan y se cimientan. Para decirme que todo va a estar bien, que estamos bien. Que salvo una que otra experiencia y decisión controversial que nos sacudieron, su versión adulta tiene una vida maravillosa, que conocerá gente y lugares increíbles, que va a aprender cosas que le llenan el corazón y unas más que le llenan la cartera y en ocasiones, son las mismas. Que, aunque ingratamente a veces lo olvide, es amada, por seres de dos y 4 patas por igual y también le contaría   que cuando llegue el momento más oscuro de su vida, será rescatada por un plato de camarones al coco y por la compañía de quien nunca pensó estaría, como el perdón budista, incondicionalmente a su lado.

Sí, haría algo como eso. Pero todavía no. Hoy no. 

Hoy voy a seguir enojada y no queriendo perdonar. 


Come up to meet you, tell you I'm sorry

You don't know how lovely you areI had to find you, tell you I need you

Tell you I set you apart

Tell me your secrets and ask me your questions

Oh, let's go back to the start

Running in circles, coming up tails

Heads on a science apart

Nobody said it was easyIt's such a shame for us to part

Nobody said it was easy

No one ever said it would be this hard

Oh, take me back to the start

“The Scientist” – Coldplay

A Rush of Blood to the Head (2002)


Por: Ana Cristina Vera


Escucha el playlist de esta historia aquí:



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