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La materia de la memoria y el nacimiento de 'La Primera Luz'

  • Ed Rodríguez
  • 28 nov
  • 4 Min. de lectura

Camila Moreno barrunta los matices del pasar del tiempo real, onírico e imaginario con su nuevo disco.


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La cantautora chilena regresa con un álbum desnudo, análogo y confesional, producido por Adán Jodorowsky en la Ciudad de México. Un viaje íntimo que convierte el cotidiano en poesía y la penumbra en un acto de creación.


Existe un instante, sutil y a la vez vasto, en el que la luz no es sólo una condición física, sino una decisión. Ese es el territorio que habita Camila Moreno en su quinto álbum de estudio, “La Primera Luz”, un trabajo que funciona menos como una colección de canciones y más como una bitácora sonora, un mapa íntimo de los últimos cuatro años de su vida. Producido por el multifacético Adán Jodorowsky en sus estudios de la capital mexicana y acompañado por un hipnótico video documental dirigido por la realizadora Carolina Moscoso; por lo que el disco es la culminación de un viaje creativo que la artista define como “el más personal hasta la fecha”.

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Desde las primeras imágenes del documental que acompaña al álbum; desde una transición fílmica lenta y curiosa que se pinta sola y recuerda a bodegón que parece escapado de un cuadro de Van Gogh, hasta la escena de una cazuela de caldo tradicional chileno servida por un alien, queda claro que “La Primera Luz” no es un relato lineal. Es, en palabras de Moreno, —una investigación sobre cómo “la vida se vive hacia adelante, pero se recuerda hacia atrás. La materia, mientras uno crece, se hace más pesada, más rígida, reflexiona la artista en entrevista exclusiva. —Y luego me di cuenta de que, en verdad, la materia es la interpretación que nosotros queramos de la realidad. La imaginación también toca la materia.



Este cuestionamiento de lo sólido es el núcleo del álbum. Canciones como “Fuga”, “Vapor” e “Irreversible” exploran esa grieta donde lo cotidiano es intervenido por lo onírico, donde un pensamiento intrusivo se transforma en un marciano ridículo y la depresión puede abordarse con humor. Es un gesto poético inspirado, en parte, en el cineasta chileno Raúl Ruiz, maestro de los mundos paralelos. —Es como voy a tomar esto que parece algo malo… y me lo voy a tomar como algo ridículo, explica con una sonrisa audible. La canción que da nombre al álbum no nació de un momento de inspiración fugaz, sino de un proceso orgánico de años. — “La Primera Luz” comenzó a escribirse en 2018 y, como un organismo vivo, mutó con el tiempo, comenta Camila. —En algún momento se trataba de mi vínculo con el padre de mi hijo, revela. —Luego ya no; se trataba más bien de mi hijo. Y luego no necesariamente de mi hijo, sino de una cosa media desconocida y más amplia con respecto al amor en general.


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Esta evolución lírica es testimonio de un método creativo que privilegia la autenticidad sobre la inmediatez. No se trata de capturar un sentimiento, sino de permitir que el sentimiento mismo crezca, cambie y se refine con la vida. La decisión de grabar en la Ciudad de México con Adán Jodorowsky no fue estratégica, sino intuitiva. Un salto al abismo necesario para sacudir la propia cotidianidad. Sin embargo, la intuición vino acompañada de una claridad férrea.


—Tenía muy claro mi mood board, afirma con la seguridad de quien ha acumulado más de 15 años de oficio. —Quería un disco acústico, análogo, cálido, vulnerable, desnudo. Llegué con esas palabras a Adán.


El rol de Jodorowsky, celebrado por su sensibilidad musical, fue el de un arquitecto sónico que respetó escrupulosamente el territorio lírico de Moreno. —Yo soy muy mañosa con las palabras, con las fonéticas, confiesa la cantautora, reafirmando su identidad de poeta antes que compositora. —Las letras las escribo yo y ya. No dejo que la gente se meta en mis letras. Adán se concentró entonces en lo suyo: proponer arreglos minimalistas, cálidos y asertivos que dieran el marco perfecto a esa confesión.


El resultado es un álbum que suena a presencia pura. A guitarra, voz, algunos contornos de cuerdas y vientos, y el silencio respetado como un instrumento más. No hay producción que oculte; hay oficio que revela. Esta desnudez no es ingenua, sino la elección consciente de una artista en la cúspide de su madurez creativa. —Es un disco superdesprovisto, con poca información, describe Camila. — Como un diario de vida bastante confesional. Cuando uno ya tiene hartos años de experiencia, tiene harta claridad conceptual.


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De esta forma como hito inicial, “La Primera Luz”, habiendo nacido en México, regresa a su lugar de origen para presentarse en vivo. El 17 de enero de 2026, Camila Moreno tomará el escenario del Teatro Benito Juárez en la Ciudad de México para iniciar una gira que también pasará por Querétaro, Puebla, Toluca, Guadalajara y Mazunte. —Para mí es un ciclo que estaba esperando, comparte con emoción. —Es como parte del nacimiento del disco, el proceso de nacer de ‘La Primera Luz’. Lo estoy preparando con mucho amor.


Este recorrido no es sólo una promoción; es el rito final de un proceso íntimo que se vuelve colectivo. Tras esta gira mexicana, la artista volverá a Chile para presentar el disco y ya planea su próximo trabajo, además de mirar hacia escenarios en Argentina y Europa. Camila Moreno no ha cambiado de piel con su nuevo disco. Ha decidido excavar en su propia materia, en sus memorias y en su cotidiano, para encontrar allí la pepita de luz que da título al álbum. En un panorama musical a menudo saturado de ruido y producción, su apuesta por lo análogo, lo acústico y lo poéticamente profundo es un acto de valentía y autenticidad. El disco, es una invitación a escuchar en un modo distinto: no hacia adelante, en la vorágine del feed, sino hacia atrás, en el tiempo reversible de la memoria y la emoción pura. Es, en definitiva, la obra de una artista que ha comprendido que la verdadera vanguardia no está en lo nuevo, sino en lo esencial.


Por: Ed Rodríguez.


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